Hace un par de días, estaba viendo una serie en Netflix mientras me comía un triste trozo de pizza sentada en mi escritorio, esa serie era Gambito de Dama.
A mi parecer, el nombre deja mucho que desear, ya que yo leo eso y no me dan ganas de ver dicha serie, pero por ser viernes noche y no tener planes ni otra cosa más interesante que mirar, ¿qué podría ir peor?
Pues no sé si la cosa fue a peor o a mejor ya que me vi la serie 2 veces, pero no por puro placer, sino porque la primera no atendí y al final del último capitulo de la serie se me ocurrió una pedazo reflexión para este blog, pero no me acordaba; así que, boli en mano y Google en el móvil, y empecé a anotar mi lluvia de ideas.
La reflexión va a ir orientada hacia el interiorismo (que es a lo que yo me quiero dedicar en un futuro, después de acabar la carrera de Arquitectura si es que Dios me ayuda).
Lo más maravilloso de esta serie es que los escenarios y el interiorismo van evolucionando igual que el personaje.
En un inicio vemos a Beth, la protagonista, en un orfanato. Que aparte de que ella ya de por sí era una niña especialita, el entorno no ayudaba mucho que digamos: un lugar oscuro, frío, hostil, en fin, ausente de color.
Sin embargo, a medida que va avanzando la serie, se abre el telón por completo a los años 70, y si hay un protagonista real e importante a esta época es, si señor, el papel pintado.
Yo me quedé igual que Beth cuando visita por primera vez su cuarto, es decir, boquiabierta.
Ya que ese papel pintado estaba protagonizado por motivos florales, y no solo esos, porque también son protagonistas los motivos geométricos.
Pero no nos olvidemos del terciopelo, otro verdadero protagonista de la época, que se repite a lo largo de la serie en sofás y cortinas.
A medida que la protagonista crece, madura y va cosechando éxitos, los escenarios se sofistican.
VAMOS, UNA EXCELENTE PLANIFICACIÓN DE LOS ESCENARIOS Y EL INTERIORISMO.
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